El primer atisbo de oscuridad inició con su partida, cuando esa mañana un pequeño bote zarpó , llevándola consigo hacia una nueva vida.
Su bolso iba lleno de ilusiones, con el alma rota pero el corazón latiendo fuerte. Con los ojos rojos y en sus labios una sonrisa, como retando a la suerte. Atrás quedó su casa en ruinas, aquella dónde soportó mucho dolor; y una familia difícil que le había entregado todo menos amor.
Su vista se alzaba al cielo, bajando al ritmo del sol. Su pecho se movía despacio, inhalando el aire, oliendo la nostalgia que en su vestido llevó. Sabía que lo desconocido era peligroso, pero aún más lo era quedarse en aquel lugar. Y por difícil que fuese la cuesta, estaría dispuesta a pelear.
Porque fueron muchas las noches cuando el miedo llegó, acompañándola en su cama, diciéndole al oído que no había nada más. Fueron tantos los días con susurros oscuros, que en ocasiones, la muerte no estaba tan mal.
¡Querida viajera! Huye al son del viento, lavando tu vestido y caminando entre la grava. Clavando tu dolor en las espaldas y cargando con toda la esperanza.
¡Oh querida viajera! No vuelvas jamás a ese lugar, al infierno que algún día llamaste hogar.
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