El rastro de ese viejo amor se marchó cual ave en plena migración. Las notas de aquella canción dejaron de sonar paulatinamente y un día, cuando el viento cambió de dirección, simplemente no volvió más.
Encontró entre sus viejas cosas una nota arrugada, era de aquellos tiempos cuando inocentemente creía que sería eterno. La historia, entre una caligrafía torpe, prometía no tener un final. Hablaba de todos los colores que se habían encendido y la llama de algo extraño pero imposible de olvidar.
Recordaba entre la nostalgia el día que la escribió. A mitad de una libreta llena de dibujos artísticamente elaborados. Aquella poesía había salido sin miedo, entregada al papel con todo el corazón. Palabras simples, pero llenas de un sentimiento puro y verdadero.
¿Qué habrá sido de aquella libreta? ¿Por qué esa hoja particularmente se había desprendido? ¿Acaso los dibujos también habían huido?
Tristemente tomó el papel y lo arrojó a la basura. Su pecho parecía hundirse entre el barro y una presión seca cayó sobre su cabeza. El viento se devolvió pero ya no era su canción, sino la triste melodía de un niño que había aprendido que en la vida no todo era belleza.
El día y las nubes parecían un poco más grises. Añorando esos días en los que su sonrisa encendía su corazón como fuegos artificiales. Aquellos días en los que la pasión brillaba cual estrellas en plena agonía.
Nunca sabría qué pasó y a donde fue aquel amor. Nunca sabría si aquella libreta estaba incompleta o si otro amante había llenado de mejores poesías sus hojas blancas.
Lo único que sentía en aquel momento era tristeza, una que arrancaría más poesías y que eventualmente, el viento también se llevaría.
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